Una barca de los locos que navega a la deriva con un timonel extraviado que pide a sus tripulantes dejen la lucha facciosa so pena de que la nave naufrague y nos hundamos todos. Un capitán a quien no obedecen sus subordinados, él mismo dependiente de otro poder que no controla y que lo nominara para llegar al máximo cargo. Un presidente de esta Argentina que no vacila en proclamar que somos el segundo país en crecimiento económico luego de China, entre otros de sus tan frecuentes desvaríos.
Esta es una coyuntura crítica. Comenzamos un año electoral sembrado de desvaríos en el oficialismo y pocas muestras de cordura en la oposición. Con una inflación rampante, la casi mitad de la población en la pobreza, la economía rota y el Estado quebrado, agotadas sus reservas el Banco Central -otra oficina dependiente del poder Ejecutivo, sin la autonomía que requiere un organismo con sus funciones.
El Presidente no vacila en pedir el juicio a los jueces de la Corte Suprema. Contra el Estado de Derecho, quiere echar a los jueces del máximo tribunal que controla la constitucionalidad de las decisiones de los otros poderes del Estado, porque no aprueba el contenido de sus sentencias…, pero es profesor de Derecho. Hasta el juez Zaffaroni estará asombrado de tanto atrevimiento. Otras de las anomalías de este país rico en contradicciones.
Sí, estamos atravesando una crítica situación económica, política y social, con buenos diagnósticos, pero sin soluciones claras a la vista. Si algo evoca en estos tiempos inciertos la metáfora de barca condenada a naufragar sin destino, es que solo la sensatez que abroquele a una oposición unida en el firme propósito de impedir que se hunda el barco, resignando con ese objetivo egoísmos y mezquindades, dispuesta a acordar las difíciles medidas que frenen la caída, podrá evitar que el colapso alcance las dimensiones tan temidas.
Los tiempos electorales no facilitan la cooperación, por el contrario, azuzan la competencia.
Sin embargo, estas elecciones son singulares. Necesitamos una amplia coalición opositora de reconstrucción del país y no sólo liderazgos de reconstrucción. Necesitamos que una coalición sensata gane para gobernar con responsabilidad y con suficiente poder político, condición sine qua non para atravesar este valle de lágrimas.
Ante esa tarea, es de esperar que las vanidades se apaguen y se comprenda que ésta es una campaña singular ante una sociedad que tiene demasiados problemas para entretenerla con el show de las disidencias. La sociedad demanda claridad de propuestas y unidad de propósitos.
Nunca, desde el retorno de la democracia en 1983, el poder en ejercicio estuvo tan desnudo, nunca contemplamos sus desenfrenos como en el presente, nunca estuvo más a la vista la corrupción del poder kirchnerista, que en nombre de una utopía regresiva sólo se propone perpetuarse en el poder y seguir disfrutando de sus privilegios.
Nunca en democracia los argentinos estuvimos tan desprotegidos. Rosario es una muestra de la ausencia de un Estado Federal ante un delito que no es de exclusivo alcance local. Y los ejemplos proliferan: no hay conductas preventivas ante el cambio climático ni respuestas a la altura de los múltiples desafíos.
La inflación y la inseguridad figuran en el tope de los problemas que reconocen los argentinos que se preguntan dónde está el Estado. Ministros que no ejercen su cargo, gabinete que ni en las “sombras” parece funcionar. Piquetes que se multiplican como las demandas de planes, de territorios…
Esta es una sociedad fatigada como lo muestras las encuestas de opinión. La ferocidad con que el verano asola el territorio y su secuela de sequía, también devasta los ánimos de los muchos que ven su esfuerzo dilapidado por la irresponsabilidad de quienes ejercen el poder.
El contraste entre los que mandan, encargados de la administración de este país, y los ciudadanos de a pie nunca fue tan manifiesto. Cuestionado el Poder Judicial, paralizado el Congreso, el Ejecutivo avanza ante una sociedad que vuelve a interrogarse en estos años largos de kirchnerismo: ¿Hasta cuándo abusarán de la paciencia nuestra?
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