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Sin clases presenciales aumenta la desigualdad

Desde abril del 2021 circula una carta en la red de Familias, Padres y Docentes  organizados por la Educación  que dice así: “#Todos los chicos. #Todos los días. #Todas las escuelas. La escuela abierta una esperanza en el presente.”  Es un clamor por la vuelta a clases fundado en sólidas razones sanitarias, pedagógicas y de imprescindible integración social.

 Después de un año y medio el gobernador de la provincia de Buenos Aires, ya sea por convicciones tardías o voluntarismo electoral ha mostrado interés por un cambio de rumbo. La sociedad que vota y también  veta celebra que las autoridades tomen conciencia del humor social.   Una realidad tan grave que condiciona condicionaba la vida familiar y sobre todo el desarrollo equilibrado en la vida de los niños, niñas y adolescentes no puede ser ocultada.

Tenemos una provincia donde más del 70% de niños, niñas y adolescentes son pobres. Donde la conectividad no les permite, en la mayoría de los casos, asistir a clases virtuales. Donde a pesar del esfuerzo de los docentes, no se puede garantizar la continuidad pedagógica. Donde las familias a veces por más que quieran no cuentan con herramientas, recursos o conocimientos para ayudar a sus hijos e hijas. Y todo esto, sin enumerar el daño psicológico que en mayor o en menor medida, los y las escolares han sufrido.

El gobernador, una vez más,  alejado del  contacto con el territorio que gobierna, parece ceder a las presiones de un conurbano en llamas.

Es así como rápidamente pergeñó la forma de beneficiar con la apertura a sus socios del conurbano, en un intento político en seducir para evitar que avancen en un armado post-cristina que lo puede dejar afuera.

Mirando los números reales que maneja la provincia, con respecto a la incidencia que la presencialidad en las escuelas y los contagios que derivados de la misma se producen, está más que claro, que la escuela es un lugar seguro. Intentar disimular  el ajuste salarial, o la inflación que degrada el poder adquisitivo,  no se resuelve  con la fantasía de la virtualidad.

A este reclamo, se suman otros sectores laborales que están prestando servicios desde el momento cero, sin acceder a las vacunas, quedando expuestos a contagios y sumado a una situación de miedo y angustia.

Si la mutación gubernamental es una sincera asunción de realismo político le damos la bienvenida.  Si la inminencia de las elecciones ilumina con sabiduría a las autoridades también le damos la bienvenida. Pero, atención, si se trata nuevamente  de la discrecionalidad circunstancial las convicciones ciudadanas  no deben cesar en su reclamo. La educación no puede ser  un templo de vanidades. La historia argentina nos abruma con sus lecciones. Sepamos honrar ese proceso de enseñanza – aprendizaje.

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