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Por el bien de las infancias, que prevalezca el sentido común

En una semana donde desde los sectores gremiales han insistido para que reine la incertidumbre en el ámbito educativo, donde, a pesar de las declaraciones de ministros y especialistas los gremios siguen poniendo un manto de sospecha sobre la presencialidad en las escuelas. Nos interpelamos si no es posible girar el eje y centrarnos en los perjuicios de la NO presencialidad.

Según Unicef las escuelas deben ser lo primero en abrirse y lo último en cerrase. Los especialistas que elaboraron este documento analizaron   el impacto del cierre de las escuelas y concluyeron que ha sido devastador a nivel mundial, afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes.  Así, este documento enumera y describe el impacto que ha producido la NO presencialidad. Además, cuando se vuelve a debatir sobre la presencialidad en las escuelas, las últimas estadísticas de Capital Federal muestran que solo 7 alumnos de cada 1000 se contagian. Las autoridades del distrito aseguran que según estas estadísticas se puede confirmar que “la escuela no produce contagios”.

Estudios a nivel mundial ya muestran indicadores negativos que afectan no solo a la desigualdad educativa y las condiciones de empleabilidad, también debemos sumarle el impacto negativo en lo social y en la salud especialmente en la salud mental. Para los niños, niñas y adolescentes, estos cierres significan una falta de acceso a los recursos que suelen tener a través de las escuelas. Múltiples han sido los factores físicos y psicológicos que los y las afectaron, por ejemplo, el sobrepeso, la no asistencia a clases parece acrecentar el sedentarismo y los hábitos alimenticios menos saludables. A esto se le suma menos actividad física semanal y aumento de tiempo frente a una pantalla. Las últimas estadísticas oficiales del Ministerio de Salud muestran que actualmente más del 41% de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) en la Argentina tienen problemas de sobrepeso u obesidad. Además, aumentó significativamente el tiempo que los niños y niñas pasan solos en el hogar y la preocupación de las familias en materia de cuidados y crianza de las infancias es cada vez mayor.

Más allá de estos indicadores a nivel mundial, lo que preocupa es que, si hablamos con personas cercanas a infantes en edad escolar nos manifiestan estas problemáticas con la sutileza y la precisión de lo cotidiano. Estos relatos describen no solo la pérdida de los aprendizajes, sino un deterioro y/o retroceso en las habilidades comunicativas como también en la capacidad de sociabilizar, cambios en la situación emocional, en los hábitos de sueño y alimentación, hasta llegar a la angustia y depresión en los mayores. Estas vivencias refuerzan las consideraciones de UNICEF “que la escuela, más allá de su función primaria en el aprendizaje, tiene un rol central en el bienestar integral de niños, niñas y adolescentes.”

Finamente y con mucho sentido común, UNICEF insta a que en 2021 la educación presencial sea la regla, siempre que la situación epidemiológica lo permita e insta a un acuerdo político y social que evite profundizar las brechas de desigualdad de los niños, niñas y adolescentes.

Cuando luego de constantes reclamos de las fuerzas políticas y de las familias se vislumbraba este camino, es el accionar gremial quien pone palos en la rueda. Aquellos que agitan con una mano las banderas de la equidad y de la defensa de derechos. Son los que los que con la otra los pisotean los invisibilizan y los olvidan.

Es hora de que miremos a nuestros hijos e hijas y pelemos por ellos y ellas. Las escuelas abiertas son las únicas que garantizan un acceso equitativo a la educación. Defendamos ese derecho…  está en juego su futuro. Adelante… es fundamental mantener la presencialidad en las escuelas.

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