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Mujeres en la ciencia: el desafío es derribar muros y trepar sin miedo hasta la azotea

Por Viviana Dirolli


Las mujeres hemos logrado en las últimas décadas ocupar espacios que estaban vedados para nosotras. Sin embargo, también es claro que aún falta mucho por avanzar y terminar así con las desigualdades de género que persisten. Seguimos gritando y pujando por ponerle fin de una vez por todas a la violencia de género, pero los femicidios siguen estremeciéndonos día a día y las cifras continúan doliendo y alarmando. En el ámbito laboral, nos fuimos integrando a distintas profesiones. Sin embargo, no solo es difícil acceder a los cargos directivos, sino que, además, las mujeres en diferentes lugares del mundo han alzado la voz para reclamar que recibían un salario menor que los varones por el mismo trabajo. Lamentablemente, la ciencia es otro de los ámbitos en los que esta trampa de logros, estancamientos y desigualdades también se desarrolla.

Es fuerte la presencia de mujeres en el mundo académico. En nuestro país, aproximadamente, seis de cada diez estudiantes en la universidad son mujeres. Pero a medida que se avanza en la carrera de investigación y los cargos cobran mayor jerarquía, la ecuación se revierte por completo y las asimetrías se hacen evidentes. Así, en 2020 el Conicet registró que, entre sus integrantes, las mujeres representan el 61% de los cargos de asistentes en investigación y el 56% de los adjuntos; mientras que ocupan solo el 25% de los puestos superiores. Es decir, disminuye drásticamente el porcentaje de mujeres en los cargos altos y de toma de decisiones. Esta restricción forma parte de las limitaciones a las que se hace referencia a través de la metáfora del «techo de cristal», una barrera invisible que impide el crecimiento de las mujeres hacia esferas de mayor jerarquía.

Existe otra gran desigualdad dentro del ámbito científico. Si bien vimos que más de la mitad de quienes realizan estudios universitarios son mujeres, esta situación es muy diferente de acuerdo con la rama de la ciencia que se tenga en cuenta. En las ciencias básicas, la tecnología, la ingeniería y la matemática, campo del conocimiento al que se refiere como STEM (por su sigla en inglés), se registra la menor participación de mujeres frente a amplios porcentajes de varones. El informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), realizado en 2020 por Paula Szenkman y Estefanía Lotitto, advierte que las mujeres son el 25% del total de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas, y el 15% de quienes se forman en programación. Unesco, además, denuncia que esta inequidad en la presencia de mujeres, que sucede a nivel mundial, se profundiza porque es acompañada por perores salarios en comparación con el de sus colegas varones y por una mayor dificultad para avanzar en la carrera profesional.

Son diversos los factores que contribuyen a esta desigualdad; cumplen un rol importante los estereotipos que identifican ciertas carreras como femeninas o masculinas y, en este sentido, promocionan figuras masculinas en el ámbito científico. En la misma dirección, desde etapas tempranas en la escuela, no se incentiva y despierta la curiosidad en las niñas y jóvenes por interesarse por las carreras STEM e, incluso, se las desmotiva. Ya dentro del ámbito científico, se invisibilizan los destacados aportes que las científicas y profesionales han hecho a lo largo de la historia en esta área, y son grandes las dificultades para liderar y conseguir financiamiento a proyectos de investigación.

Se trata de una desigualdad a la que se hace referencia como «paredes de cristal», porque las barreras se generan en el acceso a determinadas ocupaciones o ámbitos profesionales.

Algunos países, organismos internacionales e instituciones llevan adelante iniciativas para revertir esta situación. La igualdad debe ser el compromiso permanente de las sociedades. La presencia y el acceso equitativo de las mujeres en todas las disciplinas científicas y en todos sus niveles tienen que promoverse y garantizarse en la Argentina no solo como un derecho en sí mismo, sino que resulta imperativo para la construcción del conocimiento, puesto que es lo que se debe, lo que se necesita y lo que conviene.

Viviana Diroll, Diputada provincial UCR

Fuente: Perfil

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