Diego Barovero narra los primeros pasos de una organización política que derivaría en la UCR.
Hace 133 años se fundaba la Unión Cívica de la Juventud en la ciudad de Buenos Aires, la semilla del centenario partido.
Durante la década iniciada en 1880 -luego de la pacificación del país hasta entonces dominado por enfrentamientos y guerras civiles interprovinciales o de provincias contra el Estado nacional, consolidado éste a partir de que asumiera la presidencia de la Nación el general Julio Argentino Roca- se produjo una expansión de los factores de producción, tierra, capital y trabajo fundamentalmente en el marco de la estabilidad política lograda.
Dicho período precedió al posterior incremento de las exportaciones agropecuarias como factor dinámico de la economía local, produciéndose un notable flujo de inversiones, fundamentalmente de capitales británicos que necesitaban colocar sus recursos financieros en lugares en los que, como nuestro país, carecían de competencia, aprovechando las altas tasas de rentabilidad y la creciente confianza de los agentes económicos internacionales acerca del crecimiento de las potencialidades de la Argentina.
Este torrente inversor estimuló a largo plazo el desarrollo del comercio exterior. A corto plazo, el peso de las inversiones como componente de las importaciones argentinas superó a las exportaciones durante la década, cuyo resultado fueron los constantes saldos negativos en la balanza comercial. La creciente importación argentina de productos británicos como hierro, acero, materiales para ferrocarriles, cercos de alambre, máquinas trilladoras y arados de acero, inducida por las inversiones inglesas, creció con más rapidez que las exportaciones argentinas, generando una crisis de 1884 a 1886, prolegómeno de la crisis de 1890.
Actividad exportadora
El gobierno argentino impulsó una serie de leyes para impulsar y favorecer la actividad exportadora. La Ley 1.308, aprobada en 1883, eliminó los derechos de exportación de la carne por diez años. La Ley 2.234, sancionada en 1887, garantizó un subsidio anual al comercio de exportación de ganado y carne. Además, en 1888 se decretó la exención de impuestos sobre los materiales de embalaje importados necesarios para los frigoríficos. Por último, la Ley 2.402 fijó una garantía del 5% sobre el capital que fuera invertido en la industria de la carne durante diez años. En general, todas estas leyes tenían por objeto atraer inversiones que promovieran la exportación de productos primarios (granos y carnes).
En cuanto a las inversiones extranjeras, durante la década se produjo un marcado crecimiento de las mismas, estimuladas tanto por la confianza de los inversores en la economía argentina como por la propia política del gobierno para atraerlos. Esas inversiones se diferenciaban de las anteriores por el monto, el origen, la incidencia de la garantía estatal y el carácter de los grupos inversores, durante la década comenzó a fluir capital de otros países europeos, especialmente de Francia, Alemania y Bélgica.
La garantía estatal disminuyó -antes de 1880 más de la mitad de las inversiones extranjeras contaba con ella-, en tanto durante la presidencia que sucedió a Roca, encabezada por Miguel Juárez Celman sólo la tuvo el 25% del total invertido.
Durante dicho gobierno hubo una fiebre inversora británica en ferrocarriles. Del total invertido por los británicos en la Argentina en ese lapso, entre 65% y 70% se destinó a financiar en forma directa o indirectamente a los ferrocarriles, a través de empréstitos al gobierno argentino. Esta tendencia fue alentada por el gobierno nacional y los gobiernos provinciales, que se desprendieron de los ferrocarriles que controlaban. Como resultado, mientras que en 1880 el gobierno nacional y algunos gobiernos de provincias administraban el 50% de los ferrocarriles en explotación, hacia final de la década sólo retenían el 20%, debido a la adjudicación de nuevas líneas férreas a compañías extranjeras y la venta de muchas de las operadas por los gobiernos provinciales. El Ferrocarril Oeste, hasta entonces propiedad del gobierno de la provincia de Buenos Aires, fue enajenado a una compañía británica.
La posterior crisis de 1890 o `crisis Baring’ constituyó un punto de inflexión en la historia de las relaciones anglo-argentinas. Sus causas internas fueron la excesiva expansión monetaria y la deuda.
Para Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde la posición del grupo cercano a Juárez Celman explica sólo en parte la génesis y desarrollo de la crisis de Baring, habiendo contribuido también a provocarla la actitud de excesiva confianza de los inversores extranjeros en las posibilidades de la economía argentina. Esta confianza los llevó a prestar rápidamente dinero al gobierno y a particulares. La administración de Juárez Celman se benefició con una situación sumamente favorable en el mercado de capitales, pero esta ventaja, con su abuso, trajo complicaciones.
Son los tiempos en que Julián Martel escribió y publicó “La Bolsa”, feroz crítica social a la época y a la generación dirigente.
Los primeros síntomas
Desde comienzos de 1889 comenzaron a manifestarse síntomas de la falta de solvencia del gobierno argentino para pagar la deuda contraída con los bancos europeos. Las perspectivas de una cosecha pobre preocuparon a los especuladores de la Bolsa y el precio del oro comenzó a subir. En febrero el gobierno intentó infructuosamente prohibir la venta de oro en la Bolsa. Y en septiembre, los inversores ya habían perdido su confianza en el gobierno argentino. Los banqueros europeos propusieron al gobierno de Juárez Celman un remedio que no favorecía al gobierno: consolidación de la deuda, suspensión de nuevos empréstitos durante diez años, suspensión de la emisión de papel moneda y una drástica reducción del gasto público.
El gobierno de Juárez Celman no pudo aceptar la propuesta, ya que la política de austeridad propuesta por los bancos hubiera debilitado su apoyo político.
Al compás de la crisis económica creció el descontento popular, animado por la fuerza de oposición al gobierno de Juárez Celman, ya decididamente enemistado con su antecesor y concuñado Julio Roca.
La novedad la constituye que, a la tradicional formación de un esquema de acumulación política en torno a la figura presidencial y la eventual sucesión -impedida la reelección inmediata por imperio constitucional- que se materializó en la conformación del grupo autodenominado “Los incondicionales” (del presidente, se entiende); se le opuso una formación de carácter opositor compuesta fundamentalmente por elementos de la juventud ilustrada de la Capital, la mayoría egresados del Colegio Nacional de Buenos Aires, estudiantes o graduados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires inspirada en el artículo del joven periodista entrerriano Francisco Barroetaveña “Tu quoque, Juventus” que interpelaba a la joven generación endilgándole la suprema misión de acabar con el oprobio que significaba la pleitesía e incondicionalidad que rodeaba al primer magistrado únicamente vinculado al círculo áulico de incondicionales de su causa.
El meeting
Manuel Montes de Oca, Damián Torino, Marcelo Torcuato de Alvear, Tomás Le Bretón, Ángel Gallardo, Delfín Gallo, Emilio Gouchón invitaron a un meeting de la nueva agrupación: “Los que suscriben invitan a la juventud independiente de la capital, al meeting que tendrá lugar en el Jardín Florida, el domingo próximo 1º de septiembre a la una y media p.m., para proclamar con firmeza la resolución de los jóvenes de ejercitar los derechos políticos del ciudadano, animados de grandes ideales, con entera independencia de las autoridades constituidas y para provocar el despertamiento de la vida cívica nacional”.
La nueva formación, eligió denominarse Unión Cívica de la Juventud y caracterizarse a través de una Declaración de Principios de la Unión Cívica de la Juventud que conviene repasar: 1) Constituir en esta capital un centro político bajo la denominación de Unión Cívica de la Juventud. 2) Concurrir a sostener dentro del funcionamiento legítimo de nuestras instituciones, las libertades públicas, en cualquier punto de la nación donde peligren. 3) Levantar como bandera el ejercicio del derecho a sufragio, sin intimidación y sin fraude y condenar toda intervención oficial en los trabajos electorales. 4) Protestar contra todo acto que turbe o impida el libre ejercicio del derecho electoral y perseguir el castigo de los culpables por todos los medios legales. 5) Proclamar la pureza de la moral administrativa de todas sus ramas. 6). Hacer propaganda para levantar el espíritu público, inspirando a los ciudadanos un justo celo por el ejercicio de sus deberes cívicos. 7) Propender a garantir a las provincias, el pleno goce de su autonomía y a asegurar a todos habitantes de la República, los beneficios del régimen municipal. 8) Ayudar las iniciativas que tengan por objeto asegurar, por la acción propia de los ciudadanos, los elementos de la defensa nacional. 9) Tomar parte activa en los movimientos electorales, considerando el ejercicio del sufragio, como un deber del ciudadano. 10) Invitar a la juventud independiente del resto de la República a constituir centros políticos, de acuerdo con los propósitos que quedan enunciados. 11) Concurrir a un movimiento político general, que encarne los altos fines que persigue la juventud independiente.
La génesis de un sistema
Es la génesis del sistema moderno de partidos políticos, nucleado en torno a ideas y programas, independientemente de la ocupación de cargos públicos y de liderazgos personalistas o caudillistas. La participación en el meeting del 1 de setiembre de un líder por entonces retirado de la política activa, Leandro Alem, que sería orador invitado y la dinámica de la crisis política y económica, lo cambiará todo. Pronto el agrupamiento trocará su denominación en Unión Cívica y será protagonista de la Revolución del 26 de julio de 1890, denominada también Revolución del Parque (por el Parque de Artillería donde se convocaron los revolucionarios). Como es sabido, luego de la revuelta Juárez Celman renunciará a la presidencia y Carlos Pellegrini asumirá la primera magistratura para encarrilar la política y resolver la crisis financiera.
Diego Barovero
Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.
Fuente: “La Prensa”
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