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Libros para comprar alpargatas

Por Pablo Zubiaurre


Promediábamos el siglo XX cuando en un contexto muy diferente, un presidente argentino hiciera popular la frase “Alpargatas si, libros no”. Era un contexto muy distinto al actual, un tiempo de irrupción en la escena pública de los sindicatos, y de protagonismo de una clase trabajadora muy numerosa que, además, en las décadas anteriores había tomado relevancia territorial nutriendo el “Gran Buenos Aires”. Las condiciones económicas habían variado luego de la Crisis de 1930 y en los años posteriores se generaron grandes migraciones desde un interior súbitamente detenido, hacia los entornos de las grandes ciudades, principalmente Buenos Aires y Rosario. Los tiempos de guerra y postguerra impulsaron un proceso de sustitución de importaciones y el mismo solo era posible desde un camino paralelo de industrialización; los polos industriales se asentaron, lógicamente, en el mismo entorno de las grandes ciudades.

El trabajo era por entonces un camino habitual, y con los siempre existentes márgenes de excepción, universal. La consagración de una buena serie de derechos hacia el trabajador, que desde la presidencia de Yrigoyen se venían incorporando y que la UCR incluyera en la Declaración de Avellaneda de 1945, se hicieron una realidad concreta bajo el gobierno peronista. Trabajar, luego de una educación básica pero sólida, aunque justo durante estos años se desnaturalizaran algunos contenidos de la enseñanza, era una opción de vida aceptable y hasta deseable. A la subsistencia se sumaban mejores condiciones de trabajo, vacaciones, opciones para esas vacaciones, una acción sindical que brindaba protección y beneficios, la posibilidad de acceso a una jubilación que diera seguridad en la vejez. Una opción válida, un estilo de vida que marcó a la Argentina por aquellos años y de allí en adelante durante algún tiempo.

En este contexto, en el que las universidades tuvieron que atravesar momentos muy complejos por la intervención estatal y por una visión cargada de suspicacias y desconfianzas, la frase “Alpargatas sí, libros no”, tenía un sentido claro. Era una opción real, que en lo político implicaba una división entre disciplinados trabajadores sindicalizados e identificados políticamente sin fisuras (hasta el día de hoy no se ha logrado que las minorías estén representadas en los sindicatos), y un sector crítico por definición, para el que el conocimiento y las universidades eran bandera. Unos caminaban bajo la protección de un líder en el que confiaban ciegamente (apoyados en la mejoría de su calidad de vida) y otros miraban espantados el espectáculo de un partido hegemónico, con un líder cuasi beatificado, que se parecía demasiado a ciertas experiencias recientes europeas, que tanto mal hicieron al mundo. “Alpargatas sí, libros no”, marcaba una grieta que se apoyaba sobre bases sólidas. Seguramente, muchos argentinos que vieron mejorar su condición tuvieran un argumento de peso que consideraron suficiente y definitivo; quienes buscaban una nación republicana y entendían que el futuro necesitaba fundamentalmente del conocimiento, tampoco dudaban.

Por un lado, en lo político se marchaba hacia una color común mayoritario de enorme lealtad hacía su jefe; por el otro, el conocimiento abría puertas a la disidencia y al debate. Ahí estuvo la UCR. Posiblemente ambos tuvieran una parte de razón, en aquel contexto. Luego algunos confundieron a ese liderazgo de masas con el socialismo, y entonces empezó la historia más triste de ese movimiento ya totalmente desnaturalizado.

Ahora bien, aquella famosa frase de Perón, hoy ya no tiene el menor sentido. Inmersos en una crisis educativa que nos desafía a futuro como pocas cosas, sin libros hoy ya casi nadie puede autónomamente comprarse las alpargatas.

– Pablo Zubiaurre –

El conocimiento maneja el mundo, y los años que prosiguieron a aquel primer peronismo mostraron muy claramente que el destino de las naciones estaba atado mucho menos a sus recursos materiales que a su conocimiento. Todos los ejemplos de países exitosos recorren el camino de poner a la educación, la ciencia y la cultura como premisas fundamentales de esos procesos.

Esta Argentina, que fuera hace cien años ejemplo por su sistema educativo, hoy no puede lograr que sus alumnos aprendan los fundamentos básicos, que lean correctamente, que comprendan lo que leen, que lleven adelante las operaciones básicas sin tropiezos. Los sectores medios/medios altos y altos de las ciudades han solucionado la encrucijada emigrando hacia la educación privada, en una amplia mayoría. Los sectores bajos y medios bajos no tienen esa posibilidad. Su única esperanza es que este sistema educativo del que nos hemos enorgullecido tanto tiempo, les vuelva a dar una oportunidad. La mitad de los alumnos que comienzan el secundario, lo abandonan, y obviamente, la condición social es un componente significativo del fracaso.

La reconstrucción de la Educación Pública Argentina debe ser la bandera de cualquier gobierno honesto. Insisto, es nuestro principal desafío, y de antemano sabemos que será muy difícil y, obviamente, habrá que tener paciencia para poder ver resultados. La provincia de Buenos Aires, seguramente, sea el mayor de todos los desafíos por su magnitud y por el estado de cosas en que se encuentra.

Mientras no haya libros e igualdad de posibilidades para que todos lleguen a niveles básicos de conocimiento, que hoy son condición, será complejo para muchos comprar las alpargatas, por decirlo figurativamente. Hoy no hay opción de vida digna sin conocimientos mínimos necesarios. Y las expectativas en la vida tendrán en el grado de capacitación  un condicionante cada vez mayor.

Habrá alpargatas, claro, si hay libros.

Pablo Zubiaurre. Profesor de historia y escritor, exintendente de Ayacucho, miembro de la Mesa Comité Provincia UCR

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