Elegimos elegir. No es un juego de palabras. Es el ADN constitutivo de la UCR. No se concibe el ejercicio de la libertad sin el acto de elegir. No se trata de acatar la voluntad de un ser iluminado. Tampoco de un régimen hereditario donde la legitimidad deviene del parentesco. En las monarquías el azar biológico premia a la descendencia. En las dictaduras la imposición de la fuerza sepulta a las urnas. En las sociedades democráticas los ciudadanos eligen su destino individual y colectivo. En la soberanía popular se asume la responsabilidad de ser coautores y no meros espectadores la construcción social.
Esa cúspide de representación no admite patrones pero si requiere liderazgos. Esa indivisible condición humana entre racionalidad y pasión requiere de conductas ejemplares que orienten nuestros pasos.
Ya sea en lo espiritual, ideológico, cultural o deportivo, la inteligencia se cobija en el corazón. En esa tensa amistad intrínseca de cada ser humano las decisiones no siempre son comprensibles para sus pares.
Somos una diversidad que demanda reglas claras para una convivencia, pero estas no siempre son aceptadas por los congéneres. Así como la anarquía es una peste para la república, el autoritarismo se alimenta de la resignación de los ausentes.
La historia nos regala la pedagogía de los fracasos. Nuestras debilidades ciudadanas también constatan esa pulsión dañina de tropezar reiteradamente con la misma piedra. Avanzar hacia una república de iguales es un mandato que emerge de las entrañas del radicalismo. Es la identidad que nuestros antepasados ilustres nos marcaron con el carisma de sus conductas.
Votar para elegir autoridades partidarias no es una cuestión formal o una rutina de la política. Es saber que tenemos el deber y el derecho de confeccionar juntos el tejido que protege a la patria de la indignidad. Con sus virtudes y sus defectos el radicalismo es una escuela cívica a la que tenemos que asistir, apoyar y enriquecer con el ejercicio de nuestra libertad responsable.
Elegir para participar y elegir para darle un sentido trascendente a nuestra libertad. Amamos los espectáculos en los límites de sus escenarios, pero no queremos dejarnos inundar del pan y circo con la pretensión de anestesiar a la ciudadanía.
Votar es un compromiso con esa identidad radical que condena con igual fuerza a los verticalismos y a la pereza cívica que los procrea. Es una batalla pacífica donde hay que ponerle el cuerpo a la realidad. Es el camino, es la demanda de los tiempos y una esperanza que necesitan abrazar los argentinos.
El resultado de la elección interna del domingo 21 dará a luz nuevas mayorías y minorías trabajando juntas por un radicalismo unido para servir mejor a la nación. No hay milagros ni revoluciones exitosas en un país donde la inacción triunfa sobre la valentía.
Rauch está presente con una lista de unidad. La provincia ofrece dos opciones con matices y propuestas que enriquecen el presente de nuestro partido centenario. Por eso invitamos al afiliado a votar. Elegimos elegir. No es un juego de palabras.
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