Fin de ciclo

Contadas son las ocasiones en que la desaparición física de un dirigente político marca el fin de una etapa histórica.
Pues, con la muerte de Jorge M. R. Ugarte ha sucedido precisamente eso.
Fue actor protagónico en la escena política local, durante los últimos cincuenta años.
Lo fue, claro está, no por haber sido el único ni el mejor sino porque se transformó en una referencia ineludible para aliados y adversarios.
Llegó al poder de la mano de la Dictadura Militar y advirtió que podría ejercerlo sin controles institucionales, sin presiones sindicales ni trabas burocráticas.
Merced a sus contactos y a su dinamismo, llevó adelante una gestión caracterizada por grandes inversiones en materia de Obra Pública.
Fue muy críticado por falta de transparencia, ausencia de diálogo, autoritarismo pero, también, muy reconocido por ser un gran realizador.
Cuando entregó el mando al Dr. Hernán Esponda, electo Intendente en los Comicios del ’83, Jorge Ugarte ya estaba convencido de que la Política le tenía reservado un sitial trascendente y que contaba con el apoyo de buena parte de la Ciudadanía.
Se lanzó, entonces, al ruedo y cambió el eje de la contienda democrática local.
Fue derrotado en numerosas oportunidades por el Radicalismo pero, representando a la UCeDé, dejó al Peronismo sin bancas en el Concejo Deliberante y, al cabo, se convirtió en el artífice de una Alianza opositora y no dudó, para constituirse en líder de la misma, en pasarse al PJ.
Finalmente, en 2003, concretó su sueño: Llegar al sillón municipal por el Voto Popular. Y prolongar, luego, su mandato hasta diciembre de 2015.
Experimentó, entonces, en carne propia que Gobernar en Democracia era mucho más complejo que hacerlo en un régimen Autoritario, y que ser el líder de una coalición heterogénea poco tenía que ver con ser el Jefe de una agrupación formada por admiradores suyos.
Sus últimas dos gestiones dejaron en evidencia tales dificultades.
Por eso perdió las tres elecciones legislativas celebradas durante su mandato.
Aún así, su carisma le permitió ser Reelecto en dos ocasiones.
El suyo fue un fenómeno singular: No fue el emergente de una construcción colectiva sino, mas bien, de una serie de circunstancias que supo aprovechar con inteligencia.
Encarnó el ideal de Gobernante que muchos Argentinos tienen, aunque no lo reconozcan en público: Caudillo, pícaro, autoritario, intuitivo, temido por sus empleados, intolerante frente a la crítica, ejecutivo.
Jamás le importó ser “Políticamente correcto” y no tuvo empacho en reivindicar la figura de Videla, siendo Intendente K.
Como tantos otros, lo enfrenté en el Concejo, en la tribuna, desde esta columna. Y lo seguiría haciendo, en nombre de mis convicciones.
Pero eso no me impide reconocer su liderazgo, sus obras y el lugar en la historia que, con sus más y sus menos, supo conquistar.
Vaya mi respetuoso saludo a su Memoria y a su Familia.
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