loader image

Hay tiempo para pensarlo

Por Pablo Zubiaurre

Hay tiempo para pensarlo

Discurso e imagen en la propuesta de Milei

Elegir, tener la opción de optar entre diferentes candidatos para conducir una nación, una provincia o un municipio, es un derecho relativamente nuevo. Hace 106 años lo ejercieron los varones por primera vez con reglas claras, y apenas 70 años hace que pudieron votar las mujeres en Argentina.

En todo ese tiempo, además, el derecho se vio interrumpido ante cada golpe militar, que la mayoría de las veces lo prohibieron y en otros lo viciaron a través del fraude. Se trata de un derecho básico de nuestra siempre amenazada República, que nos concede la potestad de elegir entre opciones e incluso proponer otras.

Siempre es mejor elegir. ¿A quién le caben dudas de eso? Y sin embargo las frustraciones, los desengaños y las dificultades han hecho que se haya perdido la esperanza en que una elección sea el inicio de un cambio. Son muchos quienes no confían en la política como instrumento de cambio para la sociedad y con seguridad tendrán muchas razones válidas. Sin embargo, y esta es la gran lucha, ninguna sociedad tiene un futuro auspicioso si no tiene buena política.

El secreto no es rechazarla sino mejorarla. Y está claro que la política debe mejorar,  que tiene el complejo desafío de volver a hacerse confiable para los ciudadanos. Tan claro como que las propuestas anti políticas terminan siempre siendo un fraude, pues no hay propuestas para gobernar un Estado que sean antipolíticas; son solo propuestas políticas desde otro discurso. Un engaño desde su título.

Hoy, sin dudarlo, el caso de Milei se presenta como la novedad en un panorama político caracterizado por un descreimiento muy extendido en la población. Histriónico, mediático, polémico, gestualmente ampuloso, aparece como uno de esos casos que promete transformarse en un animador de la próxima elección.

– Pablo Zubiaurre –

Se espanta de la Casta política, pero desde un sillón de Diputados de la Nación, adonde nadie entra sin ser parte del ejercicio político. Se espanta del juego político, pero aparece en los programas políticos más que nadie. Cualquiera sabe que nadie sale en los medios en forma gratuita. ¿Quién paga la presencia de Milei en los medios? No parece un tema menor en un candidato que propone desarticular al Estado, llevarlo a su mínima expresión. No sea cosa que en nombre de la libertad algunos pocos se lleven el enorme esfuerzo que costó hacer el Estado que tenemos, sus bienes, la venta de los servicios que presta.

Es claro que el Estado debe racionalizarse, sanear sus empresas y seguro desprenderse de alguna de ellas. Pero si el privatizador no deja claro cómo y qué hará, entraremos en el riesgo de un enorme retroceso. Ya ha ocurrido. Se privatizó todo en los noventa y se recompró gran parte después de salir de la crisis del 2001. No hubo soluciones, solo negociados.

Desde el Banco Central para abajo, Milei promete no dejar nada. De qué forma lo hará, cuál será la ventaja para los argentinos, quiénes cumplirán los trabajos que el Estado ya no hará. No hay mucho de eso. Se citará algún paper de un teórico norteamericano, belga o inglés, y eso bastará para plantear como sencillo lo que no será de esa manera. Ninguna propuesta política tiene credibilidad si no se plantea cuál será la respuesta a las políticas aplicadas, y cómo se manejarán. ¿Y qué más? Mucha libertad, libertad sin límites. La de la venta de órganos, y por qué no de niños. Porque ese es el verdadero Milei y no el que ahora enviaron a moderar.

Un claro ejemplo de líder mesiánico cuya propuesta es “crean en mí”. No hace tanto ya nos pidieron que siguiéramos a quien no nos iba a defraudar. Un ejemplo de lo que no debiera pasar y sin embargo ocurre, menos por sus aciertos que por los malos resultados de la política tradicional. Y sin embargo, la historia dice que el surgimiento de este tipo de líderes ante situaciones críticas no es original, sino recurrente, sin que los resultados hayan cambiado para bien, sino todo lo contrario, en todas las latitudes del mundo. Se montan sobre el descontento desde un discurso demagógico, pero efectivo.

Milei  propone la eliminación de la obra pública por parte del Estado, para que lo hagan los particulares. Así, en forma terminante. “Allí está el nido de la corrupción”, dice. El problema no es la obra pública, sino la corrupción. Desde mi pequeña experiencia, la obra pública realizada por el Estado, con control y sin que sea una caja, que es lo que hay que lograr, es la forma más barata de hacerla. La obra pública es indispensable. Y si la hacen empresas particulares, no lo harán sin que les quede un importante beneficio, lógicamente. ¿Quién lo pagará? Obviamente, los ciudadanos. Y no será más económica. Y qué pasará con la obra necesaria y no rentable. ¿Quién la pagará? ¿Se hará?

La primera solución de Milei es una falacia presentada como solución. Seguramente mucha obra deberán hacerla las empresas particulares, así es hoy. En muchos casos existen empresas que logran ganancias desmedidas, por supuesto. Pero la solución no es desvincular al Estado de la obra pública, sino la buena ejecución de la obra pública. ¿Quién hará una sala de salud en un barrio carenciado, un polideportivo en un pueblo del interior del país, un geriátrico para adultos mayores sin recursos? Nadie.

El país que piensa Milei es solo para unos pocos, no hay que confundirse. Propone luego una flexibilización del mercado laboral, pero en eso no es original. Una reforma laboral es necesaria y son muchos los políticos de distintas fuerzas que se pronuncian a favor de ella, y que en estos días estudian la manera de llevarla a cabo.

– Pablo Zubiaurre –

Porque lo complejo en política no es la enunciación, sino la concreción, y hablar de este tema desde un “lo hago y listo”, lo transforma es una mentira. Las reformas necesitan previsión y adecuación a la realidad. Si no, son sólo enunciados electorales. Espejitos de colores.

Propone también una reforma previsional pues allí radica buena parte de la composición del déficit del Estado. Eso es así, nada complejo de apreciar. Ahora, “voy a hacer una reforma previsional”, es sólo un título. ¿Cómo se reducirá el déficit? ¿En qué consiste esa reforma que aliviará el déficit? ¿Cobrarán menos los jubilados? ¿Dejará de pagarles a algunos? ¿Aumentará la edad para jubilarse? ¿Aumentará los aportes personales y patronales? En fin, ¿cuál es la reforma? Tampoco hay novedad en esto. Otras fuerzas estudian el tema y harán propuestas, pero estudiadas y posibles en un marco de extrema dificultad. No se puede hablar de cambios sin prever las dificultades que esas reformas traerán aparejadas.

La tercera generación de reformas es aún más difusa y preocupante. El plan liberal incluye una reforma profunda del sistema de salud, con impulso del sistema privado y libre competitividad entre empresas del sector, una reforma educativa, que vaya a saber cuál es, y la eliminación de la coparticipación. La primera es liberalismo puro con una población que en su mayoría no podrá pagar por su salud, la segunda es otro título vacío, y la eliminación de la coparticipación es solo mayor centralismo y abandono hacia los que mejor hacen las cosas en el presente. Irrealizable, anticonstitucional, impracticable, suicida. Milei propone una convertibilidad que ya en más de una ocasión liquidó a toda la industria nacional, como solución. Es probable que los jóvenes no lo sepan, pero estas soluciones no fueron una panacea, ni mucho menos. Acusa a los políticos –debería en todo caso decir al Gobierno- por la inflación. A todo político honesto le preocupa la inflación y sabe que es necesario frenarla.

Es tan necesaria la autocrítica como la afirmación de que en ese barro, no todos son iguales, mensaje que se expande vertiginosa e intencionadamente. Libremente se habla de los políticos como si fueran todos iguales, lo que no es verdad de ninguna manera. Muchos políticos honestos son sometidos a una acusación contra la que no tienen defensa.

No son iguales todas las fuerzas ni tienen sobre esa corrupción instalada una misma responsabilidad. Tres gobernadores y centenares de intendentes con muy buena gestión dan fe de la aptitud y la honestidad en sus gobiernos radicales, más allá de que se esté o no de acuerdo con su orientación ideológica.

– Pablo Zubiaurre –

A pesar de ello, del respaldo que implica contra nada, de gestiones exitosas, del avance notable que muestran en muchos aspectos, ningún dirigente de la UCR tiene la décima parte de la prensa de Milei. Los miembros de las fundaciones que estudian y elaboran propuestas serias no tienen la menor difusión mediática. Es mejor decir que nadie piensa en una propuesta, cosa que es habitual y no es real en este momento político. Y fomentar personajes “tira títulos” que venden. Una propuesta que no va más allá de denostar lo que el mismo es, realizar sorteos de dietas mientras los medios lo reflejen y la promesa de la libertad del zorro en el gallinero. ¿Por qué será? Como aquellos que prometen un servicio por mucho menos de lo que vale, a nadie le sorprendería que al fin muchos se den cuenta que han sido sorprendidos en su buena fe.

Me preocupa lo que Milei dice y la enorme difusión de su mensaje. Pero mucho más me preocupa lo que Milei no dice, y yo creo que haría. A veces los gestos, las imágenes, dicen mucho más que las palabras.

Afortunadamente, aún hay tiempo para pensarlo bien.

Pablo Zubiaurre, Profesor de historia y escritor, exintendente de Ayacucho y miembro de la Mesa Comité Provincia UCR

Compartir nota