En la Apertura de Sesiones Ordinarias 2023 Alberto Fernández quiso imitar a Obama, diferenciarse de Cristina y antagonizar con Macri y el Poder Judicial. Logró todos sus objetivos: imitador, diferenciado y antagonista, el Presidente exaltó su mandato y parece aspirar a otro. Abajo, en el recinto, legisladores amigos cantaban “Alberto reelección”; afuera, en la plaza, el pueblo estaba ausente.
Le endilgó tres sopapos a la vicepresidenta. Primero, la desafió ensalzando su condición de moderado, algo que ella desprecia. Segundo, destacó su honestidad (la de él) remarcando que no tenía denuncias por enriquecimiento, algo que ella practica. Tercero, reivindicó el Nunca Más y la película “Argentina, 1985″ para hablar de derechos humanos, algo de lo que ella gusta apropiarse. Alberto, en cambio, prefiere apropiarse de Alfonsín, a quien emula en las palabras y rehúsa en los hechos. A Cristina la compensó repudiando la tentativa de asesinarla y criticando el proceso judicial que la condenó por corrupción.
Después de una imaginativa enunciación de éxitos, el Presidente salió de Disneylandia y se subió al ring. Sus blancos fueron el gobierno anterior y la Justicia.
El Presidente no negó los problemas. Reconoció, por ejemplo, estar preocupado por la inflación. No ocupado, entiéndase: su elogio al ministro de economía excluyó cualquier anuncio de medidas para bajarla. El discurso se centró en los putativos éxitos de los últimos tres años, no en las efectividades conducentes del que le falta.
Afirmó como objetivos irrenunciables el equilibrio fiscal y el aumento de las exportaciones. Estas son, quizás, las dos políticas más importantes que definirán el futuro del país, y en esto habría acuerdo con la oposición… aunque no con Cristina. La grieta es un gran instrumento para ordenar la política y arruinar la economía.
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