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El primer rauchense a la conquista de USA

A mediados de la década del ´60, Juan José Zudaire fue el primer rauchense que participó en el programa de Intercambio de Estudiantes. Su destino fue Seattle, en Estados Unidos, pero recorrió miles de kilómetros siendo un púber para recoger experiencias y amistades.

Juan José Zudaire

Hijo de Yepe y Nelly, hermano de Daniel, Juan José Zudaire hizo gala toda su vida de su humor irónico y una visión crítica de la vida. La casa de su infancia fue en 9 de julio 185, hasta los 13 años, al lado de la casa de don Julio Martín y su señora Nila, que eran tíos de Jorge Mario Ramón Ugarte y Edgardo Ugarte.
«Edgardo, cuando llegaba a la casa de Julio Martín, a la señora le decía «Tiíta querida», porque hacía comida rica. A mí me gustaba también, éramos como unos nietos postizos. Ibamos y siempre nos convidaban con alguna comida. Recuerdo las masitas de quaker, que eran unas criollitas con quáker y chocolate que eran una delicia.»

Pasó por el Jardín de Infantes 901, donde recuerda a sus tres maestras: Chichí Alzola, Negrín Laborde y Chicha Alzola de Tobía y que allí comenzó -cosas de pueblo- a compartir estudios con dos vecinas y amigas: Cristina Alessandre de Betti y Marta Ramos «Marta nos acompañó hasta tercer año del secundario, pero cuando egresamos, nos sobraba un lugarcito para ir a Bariloche. Entonces la invitamos a ella y a Jorge Franchino a que viajen con todo el curso de egresados del Nacional.» 

Pero cuando promediaba el secundario, vivió una experiencia inédita para los jóvenes de nuestra ciudad a mediados de los ´60: El Rotary Club proponía incorporar jóvenes a un Programa de Intercambio Estudiantil «En el primario me fue bien. En el secundario era un promedio, para nada destacado. En esa época, me mandaban a estudiar inglés, primero con Ana María Romero y después con Chicha (Cremona). Salió la oportunidad, por medio de Rotary, de ser un Estudiante de Intercambio. Y fui el primero de Rauch. Viajé a Seattle, Estados Unidos. Fue una experiencia única para un joven que conocía solamente la provincia de Buenos Aires, o Mar del Plata. Mi papá pidió un crédito para pagar el pasaje, y después la cosa era bastante llevadera porque nos alojaban las familias en sus casas, y Rotary nos daba 5 dólares por mes. La pasaba bien.»

Para un adolescente aún es raro trasladarse sólo y recorrer miles de kilómetros, y más en aquella época «Concurrí al West Seattle High School, que era un colegio muy grande. Fue una experiencia muy intensa. Yo tenía 15 años y, cuando llego a Nueva York tenía que hacer el trasbordo de Aerolínea United para ir a Seattle. Estuve paradito esperando el avión. Escribí un diario que aún conservo. Estuve un mes y pico con una familia, donde la señora había vivido un tiempo en Argentina porque su padre vino a trabajar al Ferrocarril. Hablaba muy bien castellano. Eso me perjudicó porque yo cuando llegaba a la casa hablaba en castellano.» recuerda Juan José.

No sólo fue la diferencia de idiomas la barrera a vencer, también la diferencia de culturas «Después estuve con otra familia, y hablaba sólo en inglés. Con mis hermanos americanos, que eran más chicos, la relación no era fluida. Yo era un poco un invasor y tenía mi carácter. Ellos tenían reglas que aquí yo no. Un día me agarró el dueño de casa, Wise, y me dice «Mirá Juan, te vas a tener que dar cuenta que no vas a poder cambiar a todos los americanos. El que va a tener que cambiar sos vos» Me sorprendía lo respetuosos de la ley que eran!. Nosotros cuando teníamos un recreo largo e íbamos a comprar chicles, o de contrabando cigarrillos, teníamos que cruzar una avenida donde no pasaba nadie. Y teníamos que esperar hasta que cambie el semáforo. Después veía que los diarios los dejaban solos y nadie agarraba nada. Yo, en mi diario, escribí «Estos tipos son esclavos de la ley».»

La experiencia educativa fue excelente, pero también la posibilidad de ganar amigos, algo que le acompañó toda la vida «Allí tuve una excelente relación con muchos estudiantes de los que me hice amigo en las distintas clases en las que asistí. Asistí a clases de Francés, Matemática, Algebra, Lenguaje, Problemas Contemporáneos, Psicología. Fui estableciendo una relación con muchos norteamericanos, particularmente con uno que ahora no sé si vive, que se llamaba Phillip Coulston, cuyo nombre usé de seudónimo para escribir mis artículos en «Alem» durante mucho tiempo, como Felipe Coulston. El papá era de una familia de clase media baja, tenía un Rambler color rosita que andaba Phillipe. El papá era ciego, y trabajaba en Kodak. Me regaló una cámara en ese momento. Con ese muchacho, nos identificamos porque en el grupo yo simpatizaba con los Demócratas, y había otros Republicanos. Yo me sentía representado por Hubert H. Humprey (ex Vicepresidente Demócrata de EEUU entre 1965 y 1969).»

El cosmopolita grupo de estudiantes de intercambio se reunía periódicamente, y compartían actividades propias de los adolescentes. Juan José cuenta «Cada 15 días, íbamos a distintos colegios de la zona, donde asistíamos a clase y explicábamos sobre nuestro país. En la tarde, teníamos una Asamblea donde se tocaba la guitarra, cantaban, y nos quedábamos en la casa de algún norteamericano, se hacía alguna fiestita. En ese contacto cada 15 días, llegué a tener entre 10 y 20 amigos de distintas partes del mundo. Con los de origen latino, era muy visible, porque destilábamos más alegría que los otros que eran más austeros. Durante todo ese período de un año, había temas que me interesaban como relaciones sexuales, aborto, que era para mi fundamental, la actividad política, la postura respecto a la Guerra de Vietnam. Me compré un grabador a cinta, y ahí grabé tres o cuatro horas a compañeros norteamericanos que expresaban su opinión. Ahora estoy tratando de desgrabarlo. Escribía todos los días sobre lo que iba haciendo.»

Pero, aprovechando esta oportunidad excepcional, y las libertades que eran distintas a las que había en la época en nuestro país, Juan José decidió vivir una experiencia más «En vacaciones de invierno, tenía que pedir autorización para viajar por distintos lugares de Estados Unidos. Mandé carta a 25 Rotary de todo el país y me contestaron 10. Emprendí el viaje con la compañía de transporte Greyhound, e hice como 9.000 km. en 30 días. Salí de Seattle, fuimos a Los Angeles donde encontré a un primo de mi abuelo Modesto, casado con una mexicana, después cruzamos a Nuevo Laredo, en México, estuve en San Antonio, Texas, en Atlanta, en Carolina, en Washington, en Chicago. Aprovechaba en lo posible para viajar de noche. Dormía en el micro y así aprovechaba más el recorrido.»

«En San Francisco me encontré con Luis Serra, que era un argentino muy desestructurado, con quien hicimos el viaje de vuelta de San Francisco a Seattle con un hombre que volvía de la Guerra de Vietnam, nos contó toda su historia en esos 800 km. e incluso le dio a Luis Serra para que maneje el auto. En Washington estuve en la casa de un familiar de la familia donde yo paraba en Seattle, le saque fotos a la tumba de Kennedy. Tenía dos amigos alemanes, algunos japoneses y vietnamitas, de Italia, de Sudáfrica, de Australia, que teníamos una relación muy frecuente. Ahora, con un argentino, Gustavo García Favre, nos volvimos a encontrar en las redes sociales. Con Faviola Bloisa, peruana, compartimos las clases de Historia Antigua con Miss Smith, que nos trataba de manera muy cálida, me hizo una torta para mi cumpleaños, hablábamos gesticulando y me advertía «Acá no se habla con las manos». Con ella y con María del Carmen Rubio, que era de Jujuy, nos veíamos todos los días.»  rememora.

La amistad continuó -con algunos de ellos aún mantiene contacto- e insistieron en mantener el lazo trazado en esos inolvidables días «Con el Japonés, cuando volvimos a casa, hicimos un diario que sólo duró dos ediciones. Al regresar, les mandaba como a 20 amigos. Y, por correo, empezamos haciendo un diarito con el japonés, de dos o tres hojas, para que cada uno contara qué iba haciendo.»

A su regreso, Juan José terminó el secundario y fue a La Plata a estudiar Derecho. Allí vivió la convulsionada década del ´60, no escapó a la militancia política y compartió noches de reuniones con José Gabriel Dumón, Ricardo López Murphy, Freddy Storani, Sergio Karakachoff («en Diagonal 77, en un local de Pablo Marín, que después fue Ministro de Obras Públicas»).

Una vez recibido, regresó a nuestra ciudad y pronto pudo tomar la Dirección de la Seccional local del Registro de la Propiedad del Automotor, a la par que desempeñaba una carrera docente. Allí, sus alumnos acuñaron un seudónimo que Juan José aparentaba desconocer, pero que lo pintaba por completo (el redactor pide perdón por la disgresión) «Droopy, parece boludo pero es más inteligente que nosotros». 

Aún hoy, Juan José reconoce «A mí me gustó ser alumno. Siempre me gustó más estudiar que trabajar. Cuando encontrás un profesor muy bueno, te pone en una situación de gracia. Porque te abre la cabeza sobre conceptos buenos, sobre análisis de la realidad.» 

Reconoce su pasión por la política y la religión, y admite la influencia del sacerdote Efraín Antonio Sueldo Luque en su vida, junto a su esposa Elba.

En el periodismo, incursionó con columnas en el centenario Semanario «Alem» por mucho tiempo «Con la página «La Iglesia y el Mundo» trataba de adaptar situaciones de la realidad con pasajes bíblicos. También escribía sobre otras cosas con el seudónimo de Felipe Conston o haciendo alusión a párrafos de libros inexistentes»

Hoy la vida lo encuentra aún en el Registro, compartiendo la vida con sus cinco hijos (tres de ellos viven en el exterior) y sus nietos. «Uno nunca se imagina que va a ser abuelo. Pero es una experiencia única.» anuncia.

Y trabaja en la desgrabación de aquellos apuntes de un adolescente que, aún cuando pasaron muchos años de una experiencia transformadora, reconoce que tiene mucho más para decir y para andar.

Fuente: www.abchoy.com.ar

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