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Dios en las religiones orientales y occidentales (*)

 …La degradación del mundo occidental no viene del cristianismo                         (excepto tal vez en algunas de sus manifestaciones extremistas) sino del rechazo de la idea de Dios.

El Dios trascendente frente al Dios inmanente

La diferencia entre las religiones semíticas (Judaismo, Cristianismo e Islamismo) y la religiones orientales (Hinduismo, Budismo y Taoismo) parece asentarse en lo siguiente; en la tradición semítica, Dios está representado como el Señor trascendente de la Creación, infinitamente “sagrado”, que está separado y por encima de la naturaleza, y que no se confunde jamás con ella. Mientras que en la tradición oriental, Dios – el Absoluto – es inmanente a toda la creación. El mundo no existe separado  de Dios sino “en”  Dios; habita en el corazón de cada criatura. El peligro de esta posición es que Dios puede ser muy fácilmente confundible con la naturaleza; el aspecto trascedente del Ser puede perderse de vista y puede caer en el panteísmo. Por otro lado, si Dios es concebido como presente en lo malo como en lo bueno, se corre el peligro de no distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo.

“Invisible, inconcebible, inimaginable, indescriptible”

Pero tal vez la más grande debilidad de la concepción religiosa oriental sea que tiende a considerar a todo el mundo material como una ilusión –maya– , como el producto de la “ignorancia” (avidya). Se considera que el mundo de la experiencia ordinaria es de una realidad aparente y que, al llegar al último estadio del “conocimiento” –paravidya-, todas las diferencias desaparecen y sólo permanece la Absoluta Realidad. Cuando llegué a la India, la mayoría de los hindúes educados que conocí seguían las enseñanzas del gran Sankaracharya. Pero mi experiencia y estudios posteriores me han demostrado  que esto no es lo que enseñan los Upanishads o Bhagavad Gita, y que la doctrina del mismo Sankara es mucho más sutil y profunda de lo que se les quiere hacer aparecer. La auténtica tradición hindú, no niega la realidad el mundo material. Ve a toda la Creación penetrada por el único Espíritu eterno, que crea, sostiene y finalmente disuelve el mundo, y este Espíritu que todo lo penetra – El Brahman– no es menos trascendente que inmanente. Es “invisible, inconcebible, inimaginable, indescriptible”. A cada forma o nombre que se le asigne a este Ser Supremo, sólo se responde: “esto no, esto no” (neti, neti).

Las necesidades de la religión en nuestros días

Este Hinduismo, que comienza con la inmanencia de Dios en la Creación, asciende luego a la conciencia de su infinita trascendencia. Mientras que la tradición judeo-cristina comienza con la infinita trascendencia de Dios o Yahveh, que al descender a la tierra, manifestarse a sí mismo a través de los ángeles, hablar a través de sus profetas y finalmente “encarnarse” – la Palabra se hizo carne- y comunicar así su Espíritu al hombre.

Cada forma de religión semita tiene sus serias limitaciones. Cada una tiene de ellas tiene un profundo sentido de la Santidad de Dios, de su pureza moral y de su rechazo al pecado conjuntamente con su infinita compasión y misericordia…

Pero no obstante en cada una de ellas se vislumbra un espíritu de intolerancia, que se ha convertido en un obstáculo para la mutua aceptación. Cada una de ellas ha crecido con la convicción de que es la única verdadera y tanto cristianos como musulmanes, son llevados, a partir de esta convicción, a tratar de convertir a todos los demás a su propia fe. Cuando esta actitud es apoyada en la historia, a través de las armas – como ha ocurrido habitualmente- el resultado es desastroso, no solamente para las mismas religiones sino para las creencias religiosas en general.

Es en este punto en donde las religiones semitas deben aprender de la tradición Oriental. En las religiones orientales no ocurre lo mismo. Se las arreglan para vivir de manera conjunta en paz y armonía,  respetando la fe y los rituales de las otras.           

No es ninguna religión en particular, sino la religión misma, la que está en juego en el mundo moderno, y sólo un movimiento ecuménico entre las diferentes religiones -cada una aprendiendo a aceptar y apreciar la verdad y santidad que encuentra en las demás– es capaz de responder a las necesidades de la religión en nuestros días”

(*) “Matrimonio entre Oriente y Occidente ( texto original de 1983) Bede Griffiths . pag.12,13,17. Año 2006 Ed. Bonum. 

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