Es tiempo de ser autocríticos. La religión nos ha llevado a preocuparnos más por el cumplimiento de leyes o normas, descuidando lo más importante, que es amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Un día Jesús fue a predicar a la sinagoga, donde había muchos fariseos que se creían pulcros y superiores a todos los demás. Sin embargo, aparentemente estaban demasiado preocupados por la ley y poco interesados en hacer el bien.
Sólo el legalismo piensa que es más importante la observancia de preceptos religiosos sintiendo que así está haciendo el bien. Pero no es más que una postura soberbia que cercena la empatía y hace olvidar las necesidades de los demás. La soberbia legalista encierra a la persona en sí mismo, se jacta de ser mejor que los demás sin “complicarse” en mirar las necesidades de los que le rodean.
Jesús, que vivió haciendo el bien y que demostró el mayor amor que nadie puede tener en el mundo dando su vida por los suyos, le da una fuerte lección a aquellos que pusieron la ley por encima del amor: Jesús prefiere hacer el bien.
Desafortunadamente muchos legalistas se enquistan más en su soberbia en lugar de comprender el valor del amor. Estos buscan “matar a Jesús”, quien vino a predicar algo tan perverso, como el amor por encima de la ley.
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