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60 AÑOS DE CRÓNICAS DE ALEM

editorial alem rauch

Desde que era chica tuve bastante claras las prioridades de mi padre, y a él le causaba mucha gracia cuando se lo comentaba: Primero, siempre la UCR; segundo pero ahí nomás hociqueando, el Alem; tercero el Club Boca de Rauch y por último, aunque él sostenía que no menos importante, veníamos todos los del paquete familiar.

Lo de la UCR creo que ya está más que claro en su incidencia, no es necesario abundar en ello; pero el Alem es otro cantar. Alem es el periódico partidario que se fundara en Rauch el 5 de marzo de 1916, ni más ni menos que de la mano de la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen.

Nacido como único medio de transmitir las ideas partidarias en un pueblo perdido en la pampa bonaerense, arrancó con unas pocas páginas que desgranaban los paisanos a los que gustaban las ideas de la democracia naciente.

También, y no es menor, como vínculo fundamental de una comunidad pequeña anclada en la producción agropecuaria, a la que la escuela primaria le significaba un mandato primordial para el desarrollo.

En esas escuelas rurales se educó mi padre, llegando a cursar hasta 5to grado; tenía un profundo amor por la lectura y gran avidez y curiosidad por todo lo relacionado con las letras.

Ya instalado en el pueblo, y tras la muerte del abuelo Pedro, mi padre asumió la dirección del Periódico Alem, que funcionaba en la sede del comité radical  donde la familia residía.

Fue su director durante décadas, escribiendo las editoriales, estimulando los debates políticos de todo tipo y  color, y detalle nada menor, redactando con mimo y largas horas de dedicación crónicas sociales vinculadas a nuestra pequeña comunidad.

Hace unos años atrás pensamos con mis hermanos editar un libro con la recopilación de esas crónicas de Alem que se firmaban con el seudónimo de RÍO. Así lo hicimos y fue nuestro obsequio con motivo de su cumpleaños número 84.

¿Por qué era tan importante para mi padre reunir esas crónicas? Descarto la vanidad de ver impresos sus artículos, eso no le interesaba. En cambio, se esmeraba en recopilar y recordar con minuciosidad anécdotas, vidas, conductas, personajes e instituciones del pueblo de sus amores.

Algunas risueñas, otras lacrimógenas en particular las necrológicas, y muchas rememorando historias de instituciones que él creía fundantes para crecer como comunidad de vecinos. Sin ir más lejos, a la Biblioteca Popular que hoy nos cobija le dedicó muchas de sus horas e ideas.  

Se hizo tan popular con sus crónicas, que llegaron a encargárselas a medida. Cuando murió el señor Fernández, su viuda apareció por la redacción de Alem con un pedido muy sentido. Don Raúl, espero que no se ofenda, pero le tengo que pedir un favor muy grande. ¿Usted va escribir la necrológica de mi marido? Supongo que si doña María, ¿en qué la puedo ayudar? Me da no sé qué, pero podrá hacerla igual, igual a la de Beto Constantin? Ni un punto ni una coma menos Don Raúl, igualita a la de Beto Constantin.

Y bueno, se hizo como se pudo, el muerto era Fernández y la necrológica de Constantin. Y todos contentos.

El periódico salía los domingos, y todos los viernes de noche tocaba ir a corregir. Desde mis 10 años, acompañé a papá a repasar cada artículo y nota producida antes de que pasara por la imprenta de pequeñas letras móviles y enormes máquinas. En heladas noches invernales, nos sentábamos en los bancos duros del comité y mientras yo leía, poniendo especial atención a las puntuaciones y ortografía, papá corregía y pasaba el borrador que entraba directo a la imprenta con un ruido infernal.

Eran pocos los que no sabían que el RIO que escribía en Alem era papá; pero siempre había algún caído del catre. En este caso, una caída del catre, nuestra vecina más cercana, de la mismísima casa de al lado, Doña Angélica Morano. Aparecióse una tarde en nuestra casa de vidrios de colores, tocó el timbre y charló un rato – como corresponde – con mi madre antes de ir directo al hueso y preguntar por papá.

Cuando se arrimó el viejo a la amistosa rueda vecinal, Angélica se tiró en sus brazos al grito de ¡¡¡Nunca lo hubiera creído!!! Don Raúl, usted sabe lo que admiro lo que escribe RÍO en el Alem, y ahora que ha muerto Oscar (el marido) me acabo de enterar que es usted, qué barbaridad, ¡¡nunca lo hubiera creído!!

Y entre abrazos y agradecimientos se fue Angélica, dejándonos sumidos en la más completa confusión. Nunca supimos si fue un elogio. Decidimos tomarlo como tal en consideración de tantas décadas de vecindad.

Eso era Alem para mi padre; el vínculo con Rauch, con su gente y especialmente con su memoria; la de sus costumbres y de los entrañables personajes que eran producto de su tiempo.

Fueron 60 años de crónicas de Alem, seleccionamos algunas de acuerdo a la década porque pintaba la época que se vivía. En estos tiempos en los que la inmediatez y las redes sociales hacen que parezca que todo pasa y nada queda, mi padre pintó su aldea para entender el mundo. Y por eso hoy lo reivindico, porque pavada de herencia nos ha dejado.

SELVA ESPONDABURU

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