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Moisés Lebensohn, un apasionado que dejó su marca en los ideales de la UCR

Desde joven se sumó al partido y en su corta vida se dedicó a promover grandes cambios políticos.


“La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este canto maquinal es muy compatible con las cadenas y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?” Esta es tan solo una de numerosas expresiones que Moisés Lebensohn dejó en su vida política, que se apagó el 13 de junio de 1953.

Nació el 12 de agosto de 1907 en la ciudad de Bahía Blanca. Desde joven se dedicó al periodismo, iniciando su militancia política en el socialismo y al poco tiempo se afilió a la Unión Cívica Radical de Hipólito Yrigoyen creyendo que de ese modo defendería mejor sus ideales de nacionalismo en lo económico, justicia social y liberalismo político. Fundó el Diario Democracia, en Junín, ciudad en la que se radicó con el propósito de desarrollar su profesión de abogado y también comenzar a militar, primero en la juventud radical y posteriormente en otras estructuras del partido.

Dirigidos por Amadeo Sabattini y Roque Coulin, los jóvenes Ricardo Balbín, Arturo Illia y Crisólogo Larralde se sumaron a Gómez, Frondizi y Lebensohn para dar forma al Congreso Nacional de la Juventud Radical, donde se sentaron las bases de la “revolución” que intentaron imponerle al partido. Fue el denominado “Grito de Chivilcoy”.

Las proposiciones juveniles de aquellos congresos presididos por Lebensohn llegaron a ser sancionados casi textualmente en 1948 por la Honorable Convención Nacional quedando desde entonces como Bases de Acción Política y Profesión de Fe Doctrinaria.

Combatió lo que llamaba la política del “servicio personal”, vieja maña de los caudillos de la política de antaño vinculada a dádivas y prebendas ante su clientelismo electoral. Detenido por defender sus ideales contra el autoritarismo y fue quien tomó las banderas por la nacionalización del petróleo, la soberanía económica y quien propuso la reforma agraria ante la ley del presidente Avellaneda, que repartió 15 millones de hectáreas entre 250 personajes de la oligarquía vacuna.

En la Declaración de Avellaneda, sentó las bases ideológicas de la Unión Cívica Radical con un documento histórico, para un programa de centro-izquierda y nacionalista, que pudiera dar respuesta a las nuevas realidades sociales, económicas y políticas. Los mismos dirigentes que fueron contra el unionismo en la UCR poco después se reunieron en Rosario y crearon el Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR). Allí estaban, además de Lebensohn, Frondizi, Illia, Balbín y Larralde, Oscar Alende, Juan Gauna, Raúl Rabanaque Caballero, Francisco Rabanal, sumándose más tarde Ricardo Rojas, Adolfo Güemes, Elpidio González, Ernesto Giuffra, Miguel Mario Campero y Federico Monjardín, entre otros. “Queremos una democracia con sentido humano”, escribió Lebensohn en su constitución.

Siendo presidente del bloque UCR de la Convención Constituyente de 1949 que se opuso a la reelección del presidente Perón. “Volveremos, volveremos a dictar la Constitución de los argentinos”, gritó Lebensohn mientras abandonaba el recinto junto a sus correligionarios en medio de los insultos.

Presidió el Comité de la Provincia y organizó el Congreso Agrario de Tandil, el Congreso Gremial de Avellaneda y el Primer Congreso Femenino Radical en Lanús. Fue electo presidente de la Convención Nacional, de donde emanó el discurso “trabajaremos, lucharemos y sufriremos juntos compatriotas radicales, compatriotas argentinos. El esfuerzo no será estéril. De ese sacrificio está naciendo una vida nueva. Todo parto es laborioso, demanda sangre, requiere sufrimiento”.

Además de ser un luchador por sus ideales, en su corta vida de 45 años fue un distinguido orador, defensor de las libertades civiles, y pregonó la austeridad en todo sentido: pese a su fervor político, le prohibió a su sobrino, Miguel Dana, participar en política mientras él estuviera vivo, porque “estaba en ventaja en relación con otros jóvenes”.

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